domingo, 7 de septiembre de 2008

Noche de sangre y fuego en Roquetas

El asesinato de un senegalés a manos de un hombre de etnia gitana, al parecer por un ajuste de cuentas a causa de la droga, fue la chispa que encendió en la noche del sábado el polvorín en el que desde hace tiempo se había convertido la barriada de las 200 viviendas. Según explicaron varios vecinos, la convivencia entre subsaharianos y gitanos se había hecho muy tensa y todo ello, además, repercutía en el clima social del barrio. Además del crimen, las consecuencias de los graves enfrentamiento fueron tres agentes heridos, el incendio de dos edificios —uno de ellos, en el que residía el presunto autor de la muerte, que está en paradero desconocido—, dos autobombas de los bomberos destrozados, daños en siete vehículos oficiales y en mobiliario urbano. Hasta bien entrada la madrugada, las fuerzas del orden no pudieron hacerse con el control.


Ni la hora exacta del crimen, ni sus causas, estaban ayer totalmente aclaradas. En cuanto a la primera, algunas fuentes situán la muerte a las diez menos cuarto de la noche, mientras que otras la retrasan hasta las once y cuarto, que es cuando se recibió la primera llamada al 112 informando de lo sucedido. En cuanto a los móviles, la Subdelegación del Gobierno se inclina por un ajuste de cuentas, aunque la familia de la víctima, O.K., residente desde hace tres años en España, casado y con dos hijos y empleado del campo, afirma que el ataque se produjo cuando intentaba mediar entre una discusión entre dos personas. Sea como fuere, lo cierto es que el hombre recibió una puñalada mortal en el pecho. A las dos de la mañana el cadáver fue llevado al Instituto de Medicina Legal de la localidad.
Ambiente muy tenso
Nada más conocerse lo ocurrido, el ambiente se hizo ya muy tenso, pero fue tras el levantamiento del cadáver cuando estallaron los incidentes. En la zona se congregó un grupo de subsaharianos que quiso tomarse la justicia por su mano e ir en busca del sospechoso.


Para asegurarse de que nadie los detendría, comenzaron a montar barricadas en las calles de acceso a la barriada, a quemar contenedores y a apedrear a los agentes de la Policía Local y de la Guardia Civil que acudieron a la zona alertados por los vecinos. Les fue imposible actuar por la furia desatada contra ellos. En un primer momento ni siquiera dejaron actuar a los hombres del Cuerpo de Bomberos, que no pudieron bajar de los vehículos al ser víctimas de una emboscada durante la cual les arrojaron todo tipo de objetos. Dos autobombas quedaron seriamente dañadas.
El principal objetivo de la revuelta era el sospechoso de la muerte y los subsaharianos se dirigieron a su casa, en el número 8 de la calle Gerardo Diego. Al no encontrarlo, prendieron fuego al inmueble —los vecinos aseguran que es un punto habitual de venta de drogas—, lo mismo que hicieron poco después con otro edificio en el que al parecer reside un familiar del individuo buscado.
La batalla campal era tal que sobre las tres y media de la madrugada se desplazaron a la zona decenas de agentes de la Unidad de Seguridad Ciudadana del Instituto Armado con material antidisturbios, apoyados por un helicóptero del Cuerpo. A pesar del despliegue policial, aún fueron necesarias dos horas más, hasta las cinco de la madrugada, para poder poner fin a la revuelta.

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